Pako me trajo de regalo la película Se levanta el viento, de Hayao Miyazaki. Una oda al sueño ingenieril de diseñar y construir un avión que fuera bello y eficiente: el moderno avión de combate japonés Mitsubishi A6M Zero.
El título de la película es parte de un verso de Paul Valéry: “Le vent se lève!… Il faut tenter de vivre!” del poema Le Cimetière marin. Una belleza de película en cada aspecto: la animación, el diseño de los paisajes, la música y el guion. La historia que va del sueño de un chiquillo, de construir aviones, a la conceptualización y la realización de ese avión, por el Dr.Jiro Horikoshi, me parece una perfecta ilustración de lo que debería uno imaginarse cuando decide ser ingeniero, en cualquiera de sus áreas. Recordé a Leonardo da Vinci (aka My sweet love) cuando decía que si no era perfecto, no estaba terminado; pero también en la identificación de elementos de la naturaleza como sustento de sus diseños.
Para plantearse la situación de la tecnología de Japón con respecto a la de Alemania, en los años 30, hay una referencia explícita a la paradoja de Zenón sobre Aquiles y la tortuga. El trabajo de diseño del avión -en equipo con los ingenieros de producción- se muestra cabalmente tanto en su parte de trazo de las piezas, a mano y con instrumentos, como en la parte del cálculo formal, utilizando el conocimiento de las ciencias y el uso de la regla de cálculo.
El sueño como motor de la ingeniería, se describe en las frases de Caprioni, el inspirador del héroe de la historia: “Los aviones son hermosos sueños que esperan ser tragados por el cielo” y “Los ingenieros convierten sueños en realidades”.
Me gustó, pues. Y me gustó más la sesión de cine que organizó mi hijo para verla juntos, con palomitas a la pimienta cocinadas en cacerola por él mismo.
Creo que esta película será un recurso excelente para iniciar un curso de ingeniería, planteando enseguida algunas preguntas sobre motivación, ciencia, dedicación y trabajo bien hecho.