48 horas y muchos sucesos después!
Son muchas horas y muchos eventos. Y me parece que el balance es bueno, aunque no se vea todo de color de rosa.
El viernes terminó el día con mucha tranquilidad. Cansada por el viaje pero muy contenta con tantísimos mensajes de felicitación y bendiciones, y por el amor de mi familia. Hasta Denny’s colaboró con un descuento de seis dólares en la cena!
Pero a las dos de la mañana me despertó mi hermana Nidia: Juan, nuestro hermano, tenía un serio problema de salud y no respondía. Paramédicos, ambulancia, hospital. Para las cuatro de la mañana en que ya estaba estabilizado lo dejamos en el hospital con su esposa, Ruth, y su hija Sharon. Como a las ocho de la mañana regresaron a casa: un quiste de triquina alojado en el cerebro, ya calcificado (la parte buena) y con una antigüedad de más de veinte años. Por supuesto que causó mucha alarma, pero la tomografía muestra que el problema está ahí pero ya no avanzará. El electrocardiograma salió también muy bien, a pesar de que Juan tiene un “soplo” detectado desde que tenía unos diez años. Y la revisión general era algo que tenía muy atrasado. Con todo, creo que las noticias son menos malas de lo que podrían haber sido.
Consulta con mi hermano Manuel, médico y muy bueno: no asolearse, no ruido, dormir bien, comer bien, cero alcohol. Y esperar a ver qué dice el neurólogo. Consulta en Internet: no se produce solamente por comer carne de puerco infectada con triquina, también por no lavarse las manos después de ir al baño o después de tocar algo que tenga huevecillos de ese parásito.
A mi mamá se lo comentamos ya cuando Juan y familia estaban de regreso del hospital y antes de que yo la llevara al dentista, a Glendale. Más de una hora de camino, pero llegamos sin perdernos y muy a tiempo. Mi mamá salió de la consulta poco después de la una y quiso ir al mall de Galerías. Pako nos alcanzó ahí. Recorrimos todas las tiendas, comimos, platicamos. Y mi mamá ya se había relajado un poco. Mientras nos tomábamos un café, como a las cinco y media, llamó a su casa para decir que iríamos al outlett de Citadelle, porque Pako quería ver qué encontraba ahí. Irma le dijo que Juan había tenido una recaída y lo habían llevado nuevamente al hospital. ¡Debieron ver la cara de angustia de mi madre! Llamamos a Nidia quien dijo que ¡había llamado 11 veces! a partir de la una de la tarde, para decirle a mi mamá lo que estaba pasando y que regresara inmediatamente a la casa. Qué bueno que nunca sonó el teléfono.
Dejamos a Pako en Galerías y regresamos a Buena Park. El camino me sirvió para hacer un recuento de lo que la lógica dictaba: le hicieron un electrocardiograma y está bien; le hicieron la tomografía y solamente tiene el quiste petrificado. Entonces no es eso. Que no podía respirar y sentía el pecho oprimido: se llama angustia! El hecho de que le hayan prohibido manejar, que le digan que tiene que descansar (si los paramédicos tuvieron que sujetarlo entre cuatro para que se estuviera quieto!), que ahora depende de su mujer y de sus hijas… ¿Qué esperaban que ocurriera?
Llegamos a casa casi al mismo tiempo que el enfermo, quien llegó caminando y tranquilo. Efectivamente, lo que tenía era consecuencia del medicamento y el estrés. Aumentado por las caras largas de la familia que lo quiere. Ahí lo esperaba su otra hija, Isha, con su marido y sus hijos. Decidieron que se lo llevarían a su casa para que se relajara y se distrajera con los nietos. La que se quedó con el dolor de cabeza y el estrés reactivado fue mi mamá. Difícil poner control cuando la gente se deja llevar sin razonar mucho en las consecuencias. En fin, llevamos a mi mamá a su casa y Pako y yo nos fuimos al hotel de la esquina para registrarnos, y de ahí al cine.
La película, The Eagle, no es lo mejor que el cine ha producido pero no teníamos la reseña a la mano. La conversación con Pako, durante la casi una hora y media previa a la función y lo que duró el trayecto de ida y vuelta al hotel, fue lo más sustancioso. Realmente es lo que más disfruto en esta vida. Me compartió lo más reciente que ha encontrado en música, los videos, los libros, los gadgets, las historias, los proyectos. Desde en la tarde, se había ya mostrado muy cariñoso y cuidadoso con su abuela (le trajo un par de artículos), y también con sus tías y primos y hasta conoció a la Ñeñe. Y eso es algo que también le agradezco muchísimo.
Cada quien su cuarto, por aquello de que alguien ronque. Y realmente dormí más que bien (Ativan de por medio, dadas las circunstancias). Y hoy fue un día de compartir antojos. Temprano fuimos a desayunar, junto con mi mamá, al restaurant del Aeropuerto de Fullerton. Un lugar muy agradable y tranquilo. A Pako le gusto también y pasamos un buen rato viendo los aviones y el movimiento del pequeño aeropuerto. De ahí, ¡al Súper King Market! el mercado “de los árabes”, dice mi mamá. Cada uno por su lado recolectando antojos. Para Pako era su primera visita y la disfrutó y aprovechó. Para mi mamá, además de disfrutarla, resultaba necesaria dado que Juan ya no podrá llevarla, por lo menos hasta que el neurólogo diga qué sigue.
De regreso a Buena Park solamente pasamos a despedirnos y dejar a mi mamá y su mandado. Pako y yo nos fuimos al Barnes & Noble de Santa Ana y luego a comer; después cruzamos la calle para ir al Main Place (mall) a las tiendas de Manga y Anime. Regresamos a la librería para tomarnos un café, seguir platicando y organizar nuestros respectivos viajes de regreso.
Yo llegué a Tijuana hace como dos horas y Pako acaba de hacer saber que llegó a Mexicali. Así que todo está en orden y yo ya puedo irme a dormir.
Todo bien si termina bien. Buenas noches.
Posted in 2011
|